Podemos apreciar un atardecer, disfrutar del color y el aroma de una flor, caminar por las calles de un pueblo, escuchar el trino de un pájaro, bajar por una escalinata… podemos hacer lo que la mayoría de la gente hace. Pero llevar una cámara contigo es como portar un imán de imágenes. Sin proponértelo, los lugares, las cosas, los momentos aparecen y brillan en tu mente con tal intensidad que se vuelve necesario fotografiarlos. Así es cuando la foto te encuentra. Es impensable no volvernos cómplices del instante e inmortalizarlo en una imagen. Tal vez no sea la fotografía perfecta, ni la definición más precisa, ni la velocidad más adecuada… pero es nuestra. Y desde ese momento, forma parte de nuestros tesoros.